martes, 28 de agosto de 2012

San Cesareo in Palatio


Al inicio de la Via Porta San Sebastiano (00179 Roma), antiguo trayecto urbano de la Via Appia, a la derecha, encontramos esta pequeña iglesia de San Cesáreo. Delante del templo, en el centro de unos arriates se levanta una antigua columna de granito rematada con una cruz. 
En el primero de noviembre, en el Martirologio Romano leemos: “En Terracina, en la Campania, natal de San Cesareo Diácono, que, maltratado en la cárcel durante muchos días, después, con el Presbítero San Juliano, fue introducido en un saco y arrojado al mar”. Terracina, en la histórica región sureña de la Campania, fue el lugar del nacimiento de San Cesáreo. Es interesante que la asociación de ambos santos nos recuerda el nombre de Julio César.
En el siglo IV, se refiere que el Emperador Valentiniano se curó en el santuario de San Cesáreo en su ciudad natal. El Emperador entonces decidió la traslación de sus reliquias a Roma, a una iglesia en el Palatino, y después fueron más tarde trasladadas a un nuevo templo, que por el lugar en el que se sitúa es conocido como San Cesareo de Appia.
Emperador Valentiniano
Es llamada también en las fuentes medievales San Cesareo in Turrim, en opinión de Armellini por la cercanía de alguna torre alta de las que proliferaban en la ciudad en la Edad Media.  
En el siglo XVI se impone el nombre de San Cesareo in Palatio, lo que creó confusión con la homónima iglesia del Rione Campitelli.
Esta iglesia está edificada sobre un aula rectangular de un edificio romano de los siglos II-III d.C.: las Termas de Cómodo. Actualmente, a partir de las excavaciones llevadas a cabo a partir de 1936, encontramos dos estancias rectangulares contiguas, y un gran mosaico blanco y negro del siglo II, en el que se representa a Neptuno y a criaturas marinas, que se extiende por toda la amplitud de la iglesia, nivel original del edificio en época romana.
La primitiva fundación de la iglesia parece remontarse al siglo VIII. La primera de las estancias señaladas se destinó al culto cristiano, constituida por un aula rectangular con dos absidiolos. El nivel del pavimento fue alzado cerca de un metro y medio, y a los muros romanos fueron adosados cuatro gruesos pilares por cada parte.
En un estadio posterior, también en la época altomedieval, esta iglesia primitiva fue agrandada. Los absidiolos fueron demolidos y fue levantado un ábside único. El pavimento fue alzado de nuevo unos cuarenta centímetros y los muros del siglo VIII fueron derribados y reconstruidos. Se dotó en este momento al templo de pequeñas ventanas abocinadas enmarcadas con obra en ladrillo y de un nártex, del que quizás procedan las dos columnas de granito gris que hoy sostienen el portal.

En el transcurso de los siglos la iglesia estuvo encomendada a diferentes manos y fue muchas veces reestructurada. En torno a 1300 estaba abandonada y parcialmente arruinada, por lo que en 1302 Bonifacio VIII Gaetani la entregó a los Crociferi para fundar un hospicio con treinta camas para los peregrinos que entraban por la Porta San Sebastiano. 
Es probable que se remonten a esta época unas nuevas ventanas, más amplias, tapiadas en sucesivas restauraciones pero visibles al exterior en el muro izquierdo.

A éstos sucedieron monjas benedictinas, trasladadas de allí en 1439 por Eugenio IV Condulmer. En el siglo XV fue anexionada a la vecina de San Sisto Vecchio, y después a la de Santi Nereo e Achilleo. 
Clemente VIII Aldobrandini (1592-1605)
Tenemos que llegar al pontificado del Clemente VIII Aldobrandini (1592-1605) para que se llevara a cabo una restauración integral del edificio a instancias de Cesare Baronio, el doctísimo estudioso del paleocristianismo, Titular de la vecina iglesia de Santi Nereo e Achileo.

Parece que encargó al arquitecto Giacomo della Porta la fachada y la restauración arquitectónica, en que el templo fue consolidado, elevado, cubierto de un artesonado y dotado de arcos ciegos en los muros laterales.
Encomendó la redecoración al Cavalier d’Arpino, que siguió muy de cerca, y que acabó en 1603, y fue encomendada a los padres somascos. 
El Venerable Cardenal Cesare Baronio es conocido por haber preparado el Martyrologium Romanum citado por encargo pontificio (1586-1589). Aunque la evidencia histórica de San Cesáreo era muy escasa, el Cardenal, debió ser para no contrariar a los habitantes de Terracina, ciudad de los Estados Pontificios de donde era el santo diácono, como ya hemos dicho, lo mantuvo en el calendario.

Volviendo a la iglesia, las labores últimas importantes de restauración fueron llevadas a cabo en 1936 por la Soprintendenza ai Monumenti y por la Pontificia Commissione di Archeologia Sacra.  
Pasando a su descripción, la iglesia presenta una fachada muy sobria, distribuida por pilastras sobre alto basamento y rematado por tímpano recto, con puerta de acceso adintelada precedida de un protiro, también rematado por tímpano recto, sostenido por columnas de granito. 

A la derecha del edificio se yergue un sencillo campanario de planta cuadrangular, con un remate bulboso.
El interior es muy sencillo y severo. Presenta una sola nave rectangular cubierta por elegante artesonado con las molduras doradas sobre fondo azul con las armas del Papa Clemente VIII Aldobrandini y la imagen del santo titular. 
El gran ventanal que se abre en la fachada hace que se reciba una profusa iluminación a través del muro de los pies.
La iglesia en su interior manifiesta un claro estilo tardomanierista, cuyo máximo exponente son los frescos del de Arpino y mosaicos, realizados sobre sus cartones. 
En los muros laterales, entre las ventanas, encontramos mosaicos con escenas de la vida de San Cesáreo.
El mosaico de la bóveda del ábside representa a Dios Padre entre ángeles.
A la Edad Media –casi todas las piezas son del siglo XIII- pertenece el mobiliario cosmatesco procedente de la Basílica Lateranense, cuyo transepto estaba siendo remozado cuando es efectuaban las obras en San Cesáreo. 
El Cardenal Baronio, con ese espíritu de conservar con fines históricos y devocionales cualquier testimonio de la Iglesia medieval, lo hizo trasladar y adaptar aquí, evitación su dispersión e incluso desaparición.
Nos referimos a la balaustrada del presbiterio, el púlpito, el frontal de altar, la cátedra y otros elementos, que son obras de finísima factura, aunque demasiado grandes para las reducidas dimensiones del lugar, en contraste con San Giovanni Laterano. 
 
Son muy característicos, en la confesión, una pareja de ángeles de mármol que simulan descorrer las cortinas de una tienda y enmarcan una ventanilla con reja que da luz a la cripta y que formaba parte de un monumento funerario del siglo XIV.
El altar está cobijado por un clásico baldaquino abovedado que descansa sobre cuatro columnas.  
El órgano de tubos ha sido construido entre el 1997 y el 1999 por Francesco Saverio Colamarino, reutilizando como consola un órgano eléctrico y aplicando el sistema múltiplo para los registros. El instrumento tiene dos teclados de sesenta y una notas cada un pedalero de treinta y dos, y es de transmisión electrónica.

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